viernes, abril 22, 2005

dessertum


......me despertó una voz de mujer que cantaba. En alguna parte, no muy lejos de mi, una joven entonaba un extraño pero delicado canto que recorria el aire refrescándolo. Al abrir los ojos me encontré en un patio lleno de flores tumbado a la sombra de una jacaranda. Habia una fuente, octogonal, en el centro, hecha en azulejos de tonos ocre, y los arcos, pórticos y soportales del patio eran de una elegancia que nunca antes habia visto. Me invadió una increible sensación de serenidad. El canto en árabe de la muchacha, el aroma de las flores y las formas geométricas que esbozaban los azulejos por todas partes hicieron que me sintiera seguro por primera vez en mucho tiempo.

Una mujer anciana, con el rostro cubierto y las manos tatuadas, pasó bajo el soportal a mi izquierda atravesando el patio. Mientras abria la puerta para entrar noté que la voz que cantaba se oia mejor. Sin duda provenia de aquella parte, pero momentos después de que la vieja cerrara la puerta, el canto enmudeció. Fue en ese momento que me di cuenta de no saber como habia llegado hasta alli.

En realidad no recordaba nada de las últimas horas, quizás del último dia, de mi vida. Cerré los ojos pero ninguna imagen me vino a la mente, solo el claro resplandor del sol meridional que brillaba dentro de mis párpados.

Me acerqué a una de las ventanitas enrejadas que habia en los muros que daban al exterior y vi el desierto. Mas desierto y mas inmóvil que nunca, se perdia grandioso en el horizonte como el océano. De repente, un pitido agudo y molesto sonó a mis espaldas. Era F74/SW2.40B, mas conocido como Reginald, mi robot de soporte. Deslizándose sobre sus pequeñas ruedas de goma habia llegado hasta mi sin hacer ruido, pero se habia quedado encajado entre dos macetas de Tuk y el bordillo que rodeaba el patio de inspiración mozárabe. Sacó de uno de sus dieciseis compartimentos un conector RC78 y lo introdujo en una especie de cerradura que habia en la pared, a escasos diez centimetros de donde se habia encajado. De repente el patio arabe se convirtio en mi estudio, la fuente, en mi escritorio lleno a rebosar de apuntes, partes de circuitos electronicos y seis telefonos. Reginald estaba bloqueado entre una papelera que desparramaba todo su contenido por el suelo, un cartón de pizza de algas y el cableado de la impresora de cera sintetica enriquecida.

- Es hora de volver al trabajo, doctor, y quizas tambien de llamar a los bomberos para que pongan un poco de orden en esta pocilga - dijo el robot con su habitual amabilidad.

Fui al baño sin reponder, me miré al espejo y vi que mi unico ojo sano estaba enrojecido y congestionado. - La ultima vez! - dije para mis adentros -, es la ultima vez que tomo esa maldita gelatina de vodka. - Aunque tanto Reginald como yo sabiamos que esta tarde terminaria como la de ayer.

(juan pantano)

No hay comentarios: