sábado, octubre 29, 2005

Smoky



Corria la primavera de hace siete años cuando por motivo de trabajo tuve que desplazarme a New Orleans. Habian organizado alli un congreso de bioinformatica en el que tenia que encontrarme con un tal Mr. Z (lo llamaré asi por comodidad). Un experto en bioquimica de origen Sioux con el que tenia que intercambiar una serie de actualizaciones sobre, lo que por aquel entonces, era el anteproyecto del actual IMBM (Integrated Memory Bio-Management). Mr.Z vino a buscarme al Aeropuerto Internacional y desde alli nos dirigimos directamente al laboratorio donde pasamos las siguentes treinta y dos horas. Tuvimos que ordenar, clasificar, resumir, redactar y montar motañas de informacion sobre superconductores, circuitos integrados, celulas neviosas, neurotransmisores, bioreceptores, etc... para que nuestro jefe pudiera exponer, acompañado de una azafata noventasesentanoventa, los resultados que el equipo de investigacion habia alcanzado.

A la mañana siguiente el despertador nos hizo despegar la cara del ordenador portatil y, todavia con las teclas marcadas en el moflete, bajé al Auditorium para asistir a la primera parte del congreso. Me quedé dormido al instante. Durante el sueño tuve una pesadilla: millones de saltamontes devoraban mi Harley Davidson que, no sé porqué, era de un horrendo color naranja. Cuando salimos a comer le conté a Mr.Z cuanto habia soñado y me repondio "Tienes que relajarte amigo, me han hablado de un local a orilla del rio fabuloso. Buen jazz, buen whisky y buenas mujeres dispuestas a hacerte olvidar tu propio nombre. Esta tarde te llevo."

Entramos corriendo en el local mientras el sol se posaba incendiando el dorso del Missisipi y tiñendo de rojo las nubes en el cielo. Los mosquitos en esta época del año son del tamaño de una bellota y carecen completamente de buenas intenciones. Antes de conseguir cerrar la puerta tuvimos que combatir a muerte con una libelula y una vez derrotada nos acomodamos en la primera fila delante del escenario. El cartel del dia era “Smoky & the hummingbirds”. Solo entonces me di cuenta de la calaña que poblaba el bar. Navajeros, alcoholicos desdentados, presos recien escapados, putas, travestis a medio terminar, yonquis y camellos componian la fauna y flora de local. Mr.Z y yo eramos los unicos no afroamericanos pero nadie nos dedico la mas minima atencion. Una camarera con una enorme cicatriz en el rostro vino a tomarnos nota mientras apoyaba una teta de unos treita kilos en el hombro de mi amigo. Esperamos una hora mas o menos y tres copazos de bourbon (mas o menos) antes de que el presentador saltara al escenario, un negro ciego y decrepito que paso un cuarto de hora buscando el microfono. Al final anuncio al grupo de perfil y a grito pelado entre un indiferente aplauso del publico y algun que otro desmayo. Lo que vi a continuacion me suspendio le ultimo trago en el esofago: un gato gris y peludo seguido por tres pajaros carpintero y un hombre de color entraron en el escenario. El gato al saxo, los alados a la percusion y negro al contrabajo atacaron “Autumn Leaves”. Le siguieron una exquisita improvisacion de “Guantanamera”, “Giant Steps” de Coltrane y un medley de “Milestones y When the Saints go Marchin’in” que subio en la atmosfera como una saeta. El saxo tenor jugaba delicadamente con los disciplinados ritmos del bajista y buceaba entre el endiablado repliqueteo que producia el trio percusionista. Pero fue a mitad de “Bye, bye, blackbird” de Thelonius Monk cuando se monto el lio padre. Un tipo delgado y andrajoso, con una gorra al contrario y gafas de sol, subio con una pistola al escenario gritando. Si no tocaban “Like a Virgin” en ese preciso instante haria una carniceria. Alguien lo mando a tomar por culo de manera poco convincente mientras un gordo a mi derecha exclamo “que coñazo de tio, siempre con la misma monserga!” De repente una botella cruzo volando la sala y termino por estrellarse contra la cabeza del bajista que cayo k.o. produciendo un gran estrepito. El tipo del escenario, que era el verdadero objetivo de la accion balistica, se asusto y empezo a tirotear a diestro y siniestro. En un angulo del escenario se vio caer de la silla donde dormia el cuerpo sin vida del presentador ciego y por todas partes comenzo una pelea monumental. Sillas y mesas volaban sin rumbo fijo mientras los gritos de dolor se unian al sonido de huesos rotos. En el palco al desgraciado de la pistola le estaba cayendo una de agarrate y no te menees. Los pajaros carpintero le picaban con saña en la cabeza mientras el gato le rompia el saxo en las costillas. El tipo gordo de mi derecha se puso en pie pistola en mano, pego un tiro al aire y murio aplastado por la lampara que se desprendio del techo. Pero despues de unos minutos de confunsion se abrieron las puertas de par en par dejando paso al que parecia el dueño del tugurio acompañado por seis pitbull. Despues de un cañonazo al aire con una recortada que abatio una camarera y dos percusionistas el propietario se pronuncio con estas esclarecedoras palabras: “Al que se mueva lo dejo seco”. Acto seguido todo el mundo se calmo. Todos menos el gato que en un momento se vio perseguido por dos de los perros, corrio por entre las piernas de los presentes y me salto entre los brazos desde un altavoz. Me miro a los ojos y me dijo “Por favor, ayudame“. Sin pensarlo di un salto mortal hacia atras cai sobre la barra del bar y me deslicé por ella hacia una ventana por donde Smoky y yo escapamos. Mientras corriamos, oiamos los ladridos desquiciados de los pitbull y algun que otro disparo.



Mas tarde sentados a la rivera del Missisipi fumando un cigarro Smoky me confeso que estaba cansada, que queria dejar aquella vida, el Jazz y todos aquellos garitos donde se reunia lo peor de cada ciudad. Le propuse venir a Roma, donde la vida es mas tranquila y la gente cuida mas a sus similares felinos. Aceptò, le di la mano en señal de acuerdo y ella me la masacro. Aun estaba un poco nerviosa.



Desde entonces vive conmigo aqui, en la Ciudad Eterna, rodeada de todas las comodidades que puedo darle. Hace una vida normal alejada de los escenarios pero sin sobresaltos y me ha dicho en mas de una ocasion que no lo echa de menos. Cuando le pregunté el por qué de su nombre me contesto que no sabia si porque su pelo es gris oscuro o porque fumaba dos cajetillas de Lucky Strike sin filtro, un trompetista octagenario que conocio en Frisco de nombre Miles Davies, se lo puso.

(historia en papel mojado, escrita y salvada de las aguas por juan pantano)

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