Me he convertido en un sapo
lento, torpe, tonto.
No habrá beso
si acaso
una palada de tierra
que me haga cerrar los ojos
que me impida contemplar la belleza desde mi rincón
y me repliegue en el agujero frío de la roca
fresco y protector
sintiendo como la aspereza de mi piel encuentra su acomodo
agradable.
Fuera, la tierra, mullida y caliente
aguarda
para concederme
su próximo y necesario abrazo de vida.
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